reflexiones-bonitas: Automomificación

4 de enero de 2012

Automomificación

Monjes que se Automomifican
El ritual de la auto momificación tiene una larga tradición en Japón y sus practicantes se llamaban
Sokushinsubutsu, que significa "Consecución de la budeidad en vida". Eran monjes budistas que
creían que si conseguían que tras morir, su cuerpo se conservara, habían llegado al Nirvana.

A diferencia de los egipcios, que usaban el embalsamamiento para conservar un cadáver cualquiera,
estos monjes creían que sus cuerpos no se podían "tratar" de ningún modo tras su muerte, y esto
es lo que hace de esta práctica toda una proeza. De hecho, hasta los años 60 se creía que les habían
momificado como a todas las demás momias alrededor del mundo, pero cuando se les ocurrió
examinarlas con rayos X vieron que las momias conservaban todos sus órganos intactos, lo que les
llevo a descubrir la verdad.

El ritual duraba 3000 días (8 años), y se dividía en tres fases de mil días cada uno:

En la primera fase, los monjes seguían una estricta dieta a base de frutos secos y vegetales que debían
recolectar alrededor de su monasterio, y hacían mucho ejercicio. De esta forma eliminaban la grasa de
su cuerpo.

En la segunda fase, los monjes solo podían comer madera (principalmente corteza y raíz) de los pinos
que rodeaban al monasterio para eliminar los líquidos corporales. Esto se complementaba en los últimos
días con un té venenoso. Este té se preparaba con el agua del manantial del monte Yudono, que es rica
en arsénico, y en ella se hervía la savia del árbol urushi, también venenosa. Esto tenía un doble efecto:
por un lado, les provocaba vómitos y en consecuencia una grave deshidratación. Por el otro, hacía que
el cuerpo en sí fuese venenoso para los gusanos, insectos y gérmenes que quisieran atacarlo.

En la tercera fase, los monjes se encerraban en una tumba pequeña y cúbica, donde se ponían en la
posición de meditación. Entre la cámara y la superficie se interponía una caña de bambú hueca para
que pudieran respirar, y por la cual descendía un hilo conectado a una campana, que cada día
debían hacer sonar para que los demás supieran que seguían vivos. Cuando la campana dejaba de
sonar, se retiraba la caña y se tapaba el agujero, quedando así sellado. Así seguían durante 1000 días
más, tras los que se les desenterraba. Si el cuerpo se había momificado, se retiraba y se colocaba en
un altar, dónde los otros le veneraban.

Se cree que unos doscientos monjes intentaron llevar a cabo el ritual a lo largo de casi 1000 años, pero
entre los que murieron en el intento, los que no consiguieron quedar momificados, y los que se han
perdido, hoy solo quedan unos veinte, que hoy en día se exhiben en múltiples templos al norte de Japón

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